La falta e sueño no impido a Hector madrugar aquel día.
Estuvo urdiendo un plan durante esa noche de vigilia, pretendía regresar a la
casa del novio de su “invitada”, pero antes debía asegurarse de que ningún
policía rondaba por los alrededores, sabía que el chico habría denunciado la
intrusión en su domicilio al ver que su ordenador estaba encendido. Si tanto
echaba de menos a su novia, el se encargaría de que se reuniera con ella y así
vengarse placidamente de todas las mentiras que Diana le había dedicado. Pero
su plan iba más allá de todo eso, era mucho más ambicioso que todo eso, aquel
número cuatro le dio mucho que pensar, pero la noche le trajo la respuesta que
necesitaba, serian los miembros de la familia los que completarían la misión a
la que estaba entregado. Por su cabeza no pasaba el cometer el más mínimo
error, solo el complacer a quienes, según su mente, le confiaron aquel
cometido. Por su parte, Germán no descansó como es debido, le habían quitado
las ganas de trabajar con su hermano, pero tampoco le agradaba la idea de
quedarse solo en casa después de lo ocurrido el día anterior. En apenas tres
horas Alberto llegaría para recogerlo, ese era el tiempo del que disponía para
decidir que hacer.
Roberto Moguer Castillo llegó a primerisima hora al
laboratorio, no quería perder ni un minuto en ponerse a trabajar analizando las
muestras de piel encontradas bajo las uñas de Jan Li. Se puso como plazo máximo
para tener el nombre de la persona a la que pertenecían, las veinticuatro horas
de aquel día. Para ello le pidió a dos de sus mejores colaboradores, que
también acudieran temprano al laboratorio y se unieran a el en la
investigación. Su secretaria recibió la orden firme y tajante, de no pasarle
ninguna llamada y así poder estar totalmente centrado y dedicado a ese trabajo.
La madre de Hector se levantó casi a la par que su hijo, se
dirigió hacia la cocina para preparar el desayuno y poder tomarse la
medicación. En su cabeza continuaba la idea de descubrir que escondía su hijo
en aquél sótano, tan ensimismada iba en sus pensamientos, que no reparó en que
su hijo salía de la cocina y fue a darse de bruces con el. La pequeña bandeja
que portaba Hector, acabó junto con el vaso de zumo, el de café y las tostadas
por el suelo. Las caras de ambos eran totalmente diferentes, ella reflejaba un
temor fuera de lo común y la de Hector ira contenida ante lo que consideraba
una torpeza de su madre.
-¡Mira lo que acabas de hacer! Cada día estás más torpe que
el anterior-gritó Hector. La mujer no abrió la boca temerosa de una reacción
violenta mayor, se agachó para recoger las cosas del suelo mientras su hijo la
rodeaba y la dejaba allí. Entró en su habitación para vestirse, decidió
desayunar fuera y así tener más tiempo de vigilar la casa de Germán.
Los agentes encargados del visionado de los vídeos de las cámaras de seguridad del Land of
woman, habían hecho un alista con todos aquellos clientes identificados, y otra
donde se reflejaba el minuto exacto donde salían los que no podían ser
identificados, ya fuera por que estaban de espaldas, mal enfocados o en
penumbra.El comisario Salcedo y el inspector Tejada fueron debidamenete
informados de los avances logrados después de tantas horas nocturnas de
trabajo. El siguiente turno de compañeros, se encargarían de localizar a los
identificados para citarlo en la comisaria para que respondieran a algunas
cuestiones.
Mientras al laboratorio de la Policía Científica, llegaban
todas las pruebas recogidas del piso de Germán. Todo estaba dispuesto para que
su análisis comenzara lo antes posible, a parte de la huellas la prueba mas
importante que habían encontrado era un cabello humano, la policía suponía por
una parte que podría tratarse de un pelo del mismo Germán, pero no debían
descartar la posibildad de que su dueño fuera otra persona, quizás del intruso.
Hector salió con su coche en dirección a Móstoles, cuando llegara a su destino se dispondira a desayunar cerca de la casa del novio de su “invitada”, así tendría la
oportunidad de comenzar la viglancia. Por el camino se iba imaginando con sumo
placer las caras de ambos al encontrarse frente a frente, de cómo Germán iría
corriendo a abrazarse con Diana, pero eso no lo permitiría, solo tendrían una
comunicación visual. Ambos tendrían la boca tapada, y los colocaría separados
el uno del otro, para que el sufrimiento fuera mayor, incluso quizás la
volviera a violar delante de el, para ver hasta donde llegaría la desesperacion
de los dos tortolitos, para Hector el juego no había hecho más que empezar. Al
llegar al barrio donde residía Germán, pudo comprobar que no había ningún bar
cercano desde donde poder vigilar si la policía rondaba la zona y quien entraba
o salia del edificio, tuvo que desplazarse varias calles más allá, cosa que le
molesto bastante por que no podía observar lo que quería. Pidió un café cargado
con unas tostadas y zumo de melocotón, mientras daba cuenta de su desayuno,
entraron al local dos policías de paisano. Supo que se trataba de agentes por el
comentario del camarero cuando estos se disponían a pagar sus consumiciones
-Aquí la autoridad no paga, están ustedes invitados. En cuanto salieron por la
puerta, Hector les siguió, dejo parte del desayuno sin terminar, pero era más
importante el hecho de ver hacia donde se dirigían. Por suerte para el los
vehículos estaban aparcados en la misma fila, separados por cinco coches. Una
vez que los agentes de paisano emprendieron la marcha, Hector dejo unos
segundos de margen para salir tras ellos, los niveles de adrenalina iban
aumentando en su cuerpo a medida que circulaban por la calles, era emocionante
ser el vigilante de los que vigilan, el perseguidor de los que persiguen. Los
dos agentes aparcaron el vehículo frente al edificio que Hector también tenia
que vigilar, cosa que añadió más emoción al asunto, ya solo faltaba que a la
fiesta se uniera también el novio de su “invitada”. Ese deseo se cumplió casi
hora y media después, pero antes vio como Alberto, hermano de Germán, llegaba
también a la zona y llamaba atraves del portero automático a su hermano, que
tardó cinco minutos en aparecer en escena. Los ojos de Hector se movían
rápidamente, observando a los agentes y a los hermanos que conversaban apoyados
en el vehículo de empresa. En su cabeza se sucedían todas las posibilidades que
podían pasar a partir de ese momento. Sabía que los carpinteros se dirigirían a
su casa para continuar con el trabajo, lo que no tenía claro es que harían los
agentes, se quedarían allí esperando o quizás tenían ordenes de seguirlos
fueran donde fueran. Para Hector, el hecho de que los siguieran hasta su casa
no era plato de buen gusto, pero nada podía hacer para remediarlo, o si.
Mientras, en Casarrubios del Monte Francisca terminaba de
hacer las tareas del hogar más básicas, hacer las camas, barrer y fregar los
suelos. Todo ese trajín la agotó bastante, pero quería y debía aprovechar el
tiempo del que dispusiera, para seguir intentando abrir aquella condenada
puerta y descubrir que guardaba allí tan celosamente su hijo postizo. Después
de no varios intentos con las manos temblorosas de querer abrir la portezuela, consiguió dar con la
llave. La giró tres veces hasta que la pomo permitió ser girado, en ese momento
la asaltaron las dudas, una vez que descubriera lo que había en ese sótano ya
no habría marcha atrás. Apoyo su cansada espalda en la pared, sopesando todo
lo que acontecería desde el mismo momento en que pusiera sus pies allí abajo,
respiró hondo unas cuantas veces y colocó su pié derecho en el primer escalón,
escuchando atentamente cualquier ruido que se produjera en el sótano y
emprendió el descenso de las escaleras con paso titubeante y lento.
Los hermanos hablaban sobre si sería bueno que Germán
acudiera a trabajar aquel día, Alberto pensaba que el que se quedara en casa no
arreglaría nada, que gustaría su tiempo en comerse la cabeza y en espiar por la
mirilla a ver si alguien se acercaba hasta su puerta, era mucho mejor
distraerse con el trabajo fuera de su barrio. Germán por una parte le daba la
razón a su hermano, pero por otra sentía la necesidad de proteger su casa, por
si ese alguien entrara de nuevo.
-Que harás si entra otra vez estando tu dentro, ¿entrar en
una pelea que no sabes que consecuencias te traerá? Piensa las cosas Germán, la
policía ya se está encargando de vigilar la zona, no tienes por que hacerte el
héroe. Se que te preocupa el tema, a mi también me preocuparía, pero lo ultimo
que haría es quedarme en mi casa solo, quien evita la ocasión, evita el
peligro.
-Se que si lo hizo una vez, podrá hacerlo otra más. Pero
quisiera estar ahí para saber de quien se trata, tener al menos una descripción
de esa persona para facilitársela a la policía, pienso que si me ve dentro
saldrá huyendo, no es a mi a quien busca.
-Y de que te servirá una descripción si al verse descubierto
te mata o te deja en tal estado que no sepas ni quien eres. Vayamos a trabaja y
dejemos que la policía haga su trabajo, no quieras jugar a lo que no eres
poniendo tu vida en peligro.
Germán seguía debatiéndose entre quedarse o ir con su
hermano, Hector los observaba atentamente desde el interior del coche, hubiera
dado lo que fuera por escuchar aquella conversación. Pero algo le decía que su
hermano estaba tratando de que lo acompañara, y el esperaba que no lo hiciera,
así podría poner en marcha su plan sin perder más tiempo. Ante la duda decidió
poner el coche en marcha, la situación estaba resultando más incomoda de lo que
deseaba, vio como uno de los agentes señalaba con su dedo hacia el lugar donde
se encontraba, cosa que le hizo removerse en su asiento. Lo ultimo que
necesitaba en aquellos momentos que fueran a pedirle que se identificara, seguramente los hermanos
se acercarían y tendría que dar alguna explicación convincente de por que
estaba allí, así que quito el freno de mano, metió la primera marcha y salió
tranquilamente del aparcamiento. Solo sabría que pasaría con Germán si este
llegaba o no a su casa, para continuar trabajando con su hermano, no podía ni
debía quedarse más tiempo y se dirigió a Casarubios del Monte. En cuanto entró
en la autovía A5, pisó el acelerador de su coche para sacar toda la ventaja
posible a los carpinteros, se maldecia por la suerte que estaba teniendo esa
mañana, pero no todo estaba perdido, si Germán no llegaba a su puesto de trabajo,
volvería a Mótoles para intentar terminas con la primera parte de su plan.
Tardó menos que nunca en llegar, cuando entro por las primera calles del pueblo
aminoró la marcha conduciendo algo más relajado, pero sin dejar de buscar la
furgoneta de los carpinteros en el espejo retrovisor de su vehículo.
Francisca ni siquiera se había preocupado de encender la luz
de las escaleras, lo que hacia que el descenso de las mismas fuera mucho más
lento, las ansias de saber que o quien escondía su hijo no la hicieron pensar
en nada más. A dos peldaños de poder ver desde la escalera lo que había en
aquella estancia, su respiración se agitaba por momentos, las manos y piernas
temblaban ca vez más, posó su pie derecho en el penúltimo escalón e inclino un
poco la cabeza, comenzando a ver lo que parecía ser una cama. Lanzó su píe
izquierdo en busca de ese peldaño, en cuanto lo tuviera en la misma posición que
el otro ya sería capaz de ver con mayor claridad que es lo que había, pero cuando todavía dos miseros centímetros separaban
su píe del suelo, escuchó el sonido de un motor que se acercaba, rápidamente
su hijo le vino a la mente -¡¡ya estaba allí!!-pensó, mientras se quedaba como
petrificada, paralizada por el pánico y la puerta del garaje comenzo a abrirse.
Al final Alberto hizo entrar en razón a su hermano y los dos
juntos emprendieron la marcha hacia la casa de Herctor. En el coche camuflado
de la policía, los dos agentes pedían nuevas instrucciones, querían saber si
tenían que quedarse e ese lugar o seguir a donde fueran los hermanos. Las órdenes
fueron claras, su prioridad era no perder de vista a los muchachos e informar
en todo momento de los sitios en los que paraban….Continuara